¿Salvará el capitalismo el Amazonas?


Sería natural pensar que los avances hacia el logro de las metas establecidas en el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático ya deberían haber dado una solución a una de las mayores crisis ecológicas del planeta: la destrucción del Amazonas.
Y es que, aunque Sting sigue dando conciertos benéficos para su conservación, este tema ha ido desapareciendo poco a poco del debate público.
Pero lo cierto es que los taladores, ganaderos y agricultores de soja siguen tan ocupados como siempre. De ello me di cuenta mientras sobrevolaba la selva de Brasil con un equipo de Greenpeace que lleva siete años observando la deforestación en la región.
Abajo, una carretera de arena -que no tardaría en ser asfaltada- lindaba a ambos lados con vastos campos de cultivos, bosques completamente arrasados por el fuego y viviendas de agricultores que, convencidos de la ineficacia de las leyes que protegen la selva, habían construido sus propios silos, almacenes y caminos.
Gran parte de aquella devastación se estaba produciendo en zonas protegidas, lo que ponía de manifiesto que tanto las campañas medioambientales como las leyes de Brasil habían fracasado en la lucha por su protección.
Asociación de agricultores

La subida de los precios de la soja y la carne han provocado un incremento en la tala de un 69%
Un día conocí a unos hombres convencidos de que la situación podía cambiar.
John Carter, un veterano de la Guerra del Golfo, había llegado al Amazonas hacía diez años pensando, como yo, que la creciente retórica medioambiental se reflejaría en grandes avances en la conservación de la masa forestal.
Defraudado por lo que encontró, decidió emprender la lucha él mismo y formó Land Alliance, una coalición comprometida con el desarrollo sostenible que cuenta actualmente con 166 haciendas y controla más de 1,6 millones de hectáreas de terreno en la región.
A través de esta asociación, John atrajo el capital de Rabobank, un banco agrícola holandés que compensa sus emisiones de gases invernadero mediante pagos a Land Alliance para preservar la masa forestal en parte de sus terrenos.
Cuando le pregunté sobre la cantidad que recibía de este banco comparado con los beneficios que aportaban la producción agrícola y ganadera ésta fue su respuesta:
"Al menos tres veces más de lo que podría ganar con la ganadería vacuna y el doble de lo que me darían por la cosecha de soja, así que se trata de enormes cantidades".
Sus palabras fueron muy esperanzadoras.
Servicios esenciales de la selva

La soja y el ganado son las principales causas de la deforestación
Pronto observé otros dos modelos de conservación que no sólo ponían un precio a los bosques existentes, si no que lo hacían sin depender de los pagos que realizaban los emisores de gases con efecto invernadero.
Uno de ellos era sufragado por el Protocolo de Kyoto, recompensando a quienes replantaran los árboles que talaban. Sin embargo, nada era destinado a quienes simplemente no los talaban así que no solucionaba el problema de la destrucción de los ecosistemas.
El segundo modelo había sido patentado por Canopy Capitol, una asociación de ONGs creada en el 2007 con el objetivo de destinar capital para la investigación y conservación de bosques tropicales.
El objetivo del proyecto es poner en el mercado internacional los servicios del Amazonas (servicios del ecosistema) -como la biodiversidad, la moderación del clima y la producción de lluvia y oxígeno- permitiendo la inversión en sus recursos como si de un seguro de vida se tratase.
La viabilidad de este proyecto estaba asegurada.
En primer lugar, la ciencia ya había conseguido alertar al mundo de los beneficios que los ecosistemas del Amazonas prestaban a la humanidad.
Definir los beneficios
El papel de Canopy Capitol es básicamente el de definir y medir con mayor precisión estos beneficios y ponerlos en el mercado.

Es posible que los que destruyen la selva se interesen por su conservación.
Si se tenía en cuenta la creciente amenaza de la crisis ecológica global, era probable que en un futuro esta inversión generase miles de millones de dólares a las naciones inversoras.
Hylton Murray-Philipson, director general de la empresa lo describe del siguiente modo:
"Si en los años 50 hubieras aceptado pagar al municipio de Hammersmith (en Londres) £1 por el derecho a una plaza de aparcamiento durante 100 años, durante la primera década te llamarían loco. Pero piensa en la situación ahora. Estarías en una posición bastante favorable."
Hylton necesitaba atraer a 10 inversores para conseguir que el proyecto siguiera adelante y los consiguió con sólo doce llamadas de teléfono. Canopy Capito ya ha vendido los derechos de 370,000 hectáreas del bosque de Guayana. El 90% de la venta ha sido destinada a la conservación y el desarrollo sostenible de esta región y sus comunidades.
Muchas de las personas que conocí durante mi viaje me hicieron comprender que era absurdo que, mientras otros productos como la carne, la soja, y la madera estaban alcanzando precios récord, aún no se le hubiera puesto un precio a los servicios esenciales que prestaba la selva.
Por fin parecía posible conseguir que las mismas fuerzas responsables de la destrucción de la selva amazónica se interesaran por su conservación.

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