¿Latino America Granero o supermercado de China?


Los países latinoamericanos y China se enfrentan a un dilema sin solución. Mientras que China se prepara para impulsar su industria manufacturera alimentaria, el gigante asiático se ve forzado a importar ingentes cantidades de productos agrícolas, en su mayor parte de Latinoamérica. Su demanda de materias primas no se reduce únicamente a las relacionadas con la energía y el sector industrial, sino que va a más allá, disponiéndose a alcanzar un elevado grado de autosuficiencia que podría dañar las exportaciones agrícolas latinoamericanas. La disyuntiva que tiene ante sí Latinoamérica en los dos próximos decenios es trascendental: o se convierte en un abastecedor de productos agrícolas, sujetos a los precios que fije el cliente oriental, o da el salto hacia la creación de una industria manufacturera que elabore productos con valor añadido, lo que rompería el círculo pernicioso de dependencia de los precios internacionales de las materias primas.
El pasado agosto, el estatal Agricultural Bank of China obtuvo 22.100 millones de dólares en sendas ofertas públicas de venta de acciones en las bolsas de Shanghái y Hong Kong, batiendo un récord mundial. Pocos meses antes, la tercera entidad financiera china llegó a un acuerdo con el Gobierno para abrir una línea de crédito de 17.590 millones de dólares para la financiación de empresas y proyectos pilotos de desarrollo agrícola. Según los observadores, Pekín desea iniciar una nueva fase en su espectacular crecimiento económico, de tasas del 9% anual, impulsando la industria agrícola. Las autoridades chinas se proponen atender el 95 por ciento del mercado doméstico de granos en los próximos 15 años, lo que supondrá un paso decisivo para levantar una industria manufacturera propia que convertiría a China en un relevante actor mundial en el sector, quizá con capacidad para exportar y competir con Latinoamérica.
De producirse este escenario, los países latinoamericanos podrían verse en pocos años exportando granos al gigante asiático y, a cambio, comprándole alimentos procesados en una reproducción perversa del ciclo que históricamente ha caracterizado la economía de la región: ser un exportador secular de productos sin elaborar, dependiente de la demanda mundial de materias primas, y desprovisto de una industria procesadora que pueda sentar las bases de un desarrollo económico y social. ¿Granero o supermercado? Este será el dilema que tendrá que dilucidar Iberoamérica en los próximos años. De la opción que se elija dependerá en gran medida su salida del subdesarrollo.
Los expertos de la región saben lo que debe hacerse: exportar productos de alto valor añadido adaptados al gusto de los consumidores chinos; desarrollar joint ventures, por ejemplo en la industria auxiliar, y después completar el proceso en China para ahorrar costes. Los observadores coinciden en que el dinamismo de las políticas de China para avanzar en la industrialización y terciarización de su economía contrasta con la parálisis que presenta América Latina.
Los especialistas dan por sentado que la dimensión fabril china alcanzará más tarde o temprano al sector alimentario y en ese escenario no descartan que puedan producirse deslocalizaciones desde Latinoamérica a suelo chino y dar lugar a la paradoja de que la región, en la que escasean empresas alimentarias con dimensión suficiente, podría tener que consumir productos procesados en fábricas que se han desplazado a China desde Sudamérica.
De momento, el país asiático no puede cubrir toda la cadena agroalimentaria, pero con los abundantes recursos que dispone, acabará teniéndola. En 2003 China exportó 15,2 millones de toneladas de maíz y en 2009 un poco menos. Según algunas estimaciones, China ha perdido entre el 5% y el 6% de su superficie agrícola por el exponencial crecimiento de sus ciudades, a lo que hay que añadir el cambio en la dieta de sus habitantes, cada vez más occidental. En la actualidad, sus 1.200 millones de habitantes consumen más carnes rojas, lácteos y harinas procesadas. Pekín estaría poniendo un alto interés en importar los productos que exigen amplias extensiones y poca mano de obra, como la soja, y cultivar, en cambio, frutas y vegetales. China es actualmente el cuarto productor mundial de soja, el segundo de maíz y el primero de trigo, pese a lo cual este año deberá importar 49 millones de toneladas de soja.
La clave estará en el despegue de la clase media china que, desde los 200 millones de ahora alcanzará a 600 millones de personas para 2025, y ello significará alimentos abundantes y baratos.

Fuente : http://www.capitalmadrid.info/2010/10/6/0000017848/granero_o_supermercado_de_china.html

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